Estoy caminando por la ciudad la cual se encuentra helada ya que se debe por el comienzo del invierno. Un invierno diferente al de los anteriores. Es diferente e inusual porque su presencia, la de ella no me acompaña.
Aún siento su mano fría con la mía cuando recorríamos nuestros lugares, el aroma dulce de su perfume que rodeaba su cuello. Su mirada frágil pero que transmitía una felicidad infinita, su risa contagiosa, la magia de su sonrisa que iluminaba todo a su paso, que la hacía achinar de una manera tierna y me volvía loco.
Lo cálido de sus besos, sus labios suaves como el terciopelo, la manera en la que nuestras lenguas jugaban por horas y horas. Verla caminar, correr junto a su cabellera larga, contemplarla despeinada por las mañanas sin embargo se veía preciosa... aún lo es.
Adoraba verla con sus vestidos y hacerla girar. En verdad me gustaba observarla vestida de cualquier manera eso si me mataba lentamente verla desnuda, recorrer mis manos por su cuerpo y hacerle el amor, llenarla de placer, hacerla sentir amada que nuestros cuerpos sean uno y se rocen constantemente.
Extraño despertar a su lado; una vez le saqué una foto mientras dormía no pude evitarlo se veía tan tranquila, tan calmada, tan pacifica nadando en sus sueños. Anhelo tenerla en mis brazos de nuevo, decirle cuanto la amo cuanto es importante para mi.
Ahora no se ¿en dónde estará? ¿qué estará haciendo? ¿será feliz? ¿se la habrán cumplido sus sueños?
Deberé conformarme con los recuerdos, su voz calmándome una y otra vez. A veces cuando estoy esperando el metro o el colectivo veo nuestros mensajes. Como me encantaba que se preocupara por mi hasta cuando se enojaba cuando no le contestaba y se ponía celosa de vez en cuando.
No saben, no tienen idea de cuanto la extraño, de cuanto la necesito acá conmigo para compartir juntos el frío de julio junto a un café y que nuestros pies se toquen debajo de la mesa. Espero que la vida algún día me vuelva a ella, a su encuentro.
Aún siento su mano fría con la mía cuando recorríamos nuestros lugares, el aroma dulce de su perfume que rodeaba su cuello. Su mirada frágil pero que transmitía una felicidad infinita, su risa contagiosa, la magia de su sonrisa que iluminaba todo a su paso, que la hacía achinar de una manera tierna y me volvía loco.
Lo cálido de sus besos, sus labios suaves como el terciopelo, la manera en la que nuestras lenguas jugaban por horas y horas. Verla caminar, correr junto a su cabellera larga, contemplarla despeinada por las mañanas sin embargo se veía preciosa... aún lo es.
Adoraba verla con sus vestidos y hacerla girar. En verdad me gustaba observarla vestida de cualquier manera eso si me mataba lentamente verla desnuda, recorrer mis manos por su cuerpo y hacerle el amor, llenarla de placer, hacerla sentir amada que nuestros cuerpos sean uno y se rocen constantemente.
Extraño despertar a su lado; una vez le saqué una foto mientras dormía no pude evitarlo se veía tan tranquila, tan calmada, tan pacifica nadando en sus sueños. Anhelo tenerla en mis brazos de nuevo, decirle cuanto la amo cuanto es importante para mi.
Ahora no se ¿en dónde estará? ¿qué estará haciendo? ¿será feliz? ¿se la habrán cumplido sus sueños?
Deberé conformarme con los recuerdos, su voz calmándome una y otra vez. A veces cuando estoy esperando el metro o el colectivo veo nuestros mensajes. Como me encantaba que se preocupara por mi hasta cuando se enojaba cuando no le contestaba y se ponía celosa de vez en cuando.
No saben, no tienen idea de cuanto la extraño, de cuanto la necesito acá conmigo para compartir juntos el frío de julio junto a un café y que nuestros pies se toquen debajo de la mesa. Espero que la vida algún día me vuelva a ella, a su encuentro.