No soy de este mundo. O al menos de esta era en el cual el amor es tan efímero, tan frío. No hay más lugar para la intensidad o la pasión. No hay espacio para el frenesí. Pongo todo en manos de Dios. Dios me escucha y sabe lo que quiero, la misma vida sabe que mi espíritu ansía estar en un lugar donde pueda sentir que pertenezco a la ciudad de los vivos con alma. De los que aman con euforia y calma a la vez.
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